El caballo de Islandia es un equino con unas características que le hacen muy diferente al resto de los caballos de la Europa continental. De corta estatura, dóciles y peludos, a menudo son confundidos con póneys, pero nada más lejos de la realidad: son auténticos caballos, pequeños pero muy fuertes, perfectamente adaptados al clima islandés y aptos para las duras tareas agrícolas. Su origen es confuso; lo más probable es que provengan del cruce entre los póneys de las Islas Shetland y el norte de Escocia con los caballos llevados por los vikingos desde Noruega a finales del siglo IX.
Su mayor singularidad es que tiene cinco «aires» (formas diferentes de marchar), algo que le hace único en el mundo. Además del paso, trote y galope habituales, este caballo es capaz de ejecutar dos más, el Tölt y el Flugskeið, cuya traducción literal es «paso volador». Se trata de un trote muy rápido en el que el caballo mueve las dos patas del mismo lado a la vez, pudiendo alcanzar velocidades cercanas a los 56 km/h. Pese a esa velocidad (muy superior a los 15 km/h del trote normal), el jinete apenas se mueve; los islandeses presumen de poder montar llevando un café o una cerveza y no perder ni una sola gota.