Para descubrir Atacama en su máximo esplendor no queda más remedio que aprovechar las llamadas “horas mágicas”, el amanecer y atardecer. Es entonces cuando el desierto se tiñe de vivos colores, los relieves se acentúan y la luz cegadora del resto del día se tamiza, convirtiendo el paisaje en un escenario onírico.Los madrugones, por consiguiente, están garantizados; sobre todo cuando se visita el escenario natural más impresionante de Atacama, los Geisers del Tatio. Para llegar al campo geotérmico (uno de los más altos del mundo, 4.300 metros sobre el nivel del mar, y el más grande del hemisferio Sur) no queda otra que soportar una dura ruta de casi 100 km en coche por un tortuoso camino sin asfaltar. Creedme si os digo que el esfuerzo se verá claramente recompensado. La clave está en llegar justo al amanecer, cuando el contraste térmico provoca que los violentos chorros de agua caliente (los geisers) se condensen en enormes fumarolas de vapor, que llegan a superar los 15 metros de altura. El escenario es dantesco, una fiel réplica del mitológico Averno. Conviene abrigarse con rigor ya que la temperatura, en esos momentos, puede rondar los 15º bajo cero. Si vais a hacer fotos, no olvidéis llevar guantes o notaréis como vuestros dedos empiezan de desobedecer las órdenes. A medida que el día avanza, y el sol comienza tímidamente a calentar, algunos osados se ponen el bañador y se zambullen en alguna de las pozas termales; la temperatura del agua está en torno a los 35º, pero en el exterior se sigue bajo cero. ¿Quién dijo que en el infierno hace siempre calor?