Un español en Noruega
Diez motivos para conocer (y amar) este país
Algo tendrá el vino cuando lo bendicen, y algo tendrá, también, Noruega cuando ha sido elegido como el país más feliz del mundo. La ausencia de corrupción, un altísimo índice de seguridad en sus calles y una red de servicios públicos envidiables, hacen que este país escandinavo se sitúe siempre a la cabeza en las listas de los países con mejor calidad de vida. Si a esto le añadimos una naturaleza privilegiada, casi única, donde se encuentran algunos de los paisajes más fascinantes del mundo, el resultado es un destino que lo tiene todo para enamorar al viajero. Para quienes sigan soñado con viajar a Noruega, aquí van diez motivos (haber, hay muchos más) para conocer, y llegar a amar, este país.
1.- OSLO
Puerta de entrada habitual de Noruega, Oslo se está convirtiendo, a pasos agigantados, en uno de los grandes referentes mundiales en arquitectura contemporánea, la capital que más rápido crece de toda Europa. Además, se han empeñado en convertir la utopía en realidad y hacer de esta ciudad un modelo de sostenibilidad y ejemplo en la lucha contra el calentamiento global. Ha sido declarada Capital Verde Europea (2019) y, a finales de este mismo año será la primera ciudad del mundo sin coches en su centro urbano. Todo un reto.
Si el cuerpo te pide una dosis fuerte de modernidad, imprescindible dar un paseo por Bjørvika, la antigua zona portuaria. Las vías de tren, astilleros y muelles de carga que, hasta hace poco, separaban la ciudad de su fiordo han desaparecido dejando espacio para crear un barrio de lo más cool, repleto de museos, apartamentos y centros culturales, todo un referente del Oslo del siglo XXI. Sus grandes iconos son la angulosa y resplandeciente Opera&Ballet de Noruega, con aspecto de iceberg a la deriva (se puede caminar por su techo y disfrutar de las mejores vistas del fiordo) y el «Barcode«, un grupo de 12 edificios de diferentes alturas y anchuras que, jugando con los espacios entre ellos, simulan el aspecto de un código de barras. En 2020 está previsto inaugurar el edificio Lambda como sede del nuevo Museo Munch, que albergará toda la obra que el genial artista legó al municipio de Oslo.
Entre tanta innovación, no debemos olvidar a todo un clásico, el Parque Vigeland (zona oeste del centro de Oslo) que, ahí es nada, sigue siendo uno de los lugares más visitados de toda Noruega. Mucho más que un parque, el Vigeland es un auténtico museo al aire libre, donde se reúnen unas 200 piezas creadas por el escultor que da nombre al parque. Sin duda, la obra más impresionante y fotografiada de todas es el «Monolitten«, un enorme bloque de granito de 17 metros de altura, sobre una plataforma escalonada, esculpido con 121 figuras humanas entrelazadas que representan el ciclo de la vida, desde la infancia a la vejez.
Más información: visitoslo.com
2.- FIORDOS
Todos hemos oído su nombre, sin duda alguna la palabra con la que todos relacionamos a Noruega. Pero, en realidad, ¿sabes qué es un fiordo? Ni más, ni menos: un valle creado por el empuje de un glaciar (en el período cuaternario), estrecho y muy profundo, encajado entre abruptas laderas de montañas e inundado por las aguas del mar. Aquellos que han tenido la fortuna de haber visto uno, también podrían describirlos, sencillamente, como uno de los espectáculos naturales más impresionantes del planeta, y no estarían exagerando. Gracias a su profundidad, los fiordos son navegables, y esto mismo les convierte en uno de los atractivos que más turistas atrae a Noruega. El Sognefjord es el más largo de los fiordos noruegos, con 204 kilómetros, y uno de sus brazos (el Nærøyfjord) está inscrito en la lista de Patrimonios de la Humanidad. El Geirangerfiorden (que también comparte esa distinción de la UNESCO) es famoso por sus impresionantes cascadas, como “Las siete hermanas”, con sus siete chorros de agua separados que le dan nombre. Justo en frente, el «Pretendiente” es la más fotografiada debido a su curiosa forma de botella. Por aquí cuentan que los responsables de una conocida marca de vodka sueca se inspiraron en la caprichosa forma de esta cascada para diseñar su emblemática botella. Todo es posible en Noruega.
3.- BERGEN
Bergen, la segunda ciudad más grande de Noruega, es el punto de partida perfecto para adentrarse en el impresionante reino de los fiordos, uno de los puertos de cruceros más importantes de toda Europa. Pero, tranquilos, antes de zarpar, aquí hay mucho que ver. Sería un crimen irse de Bergen sin dar un paseo por el Bryggen, su fotogénico barrio portuario plagado de casas construidas con listones de madera pintadas con llamativos colores; es el legado de la Liga Hanseática, la federación de comerciantes alemanes que se instalaron aquí, en el año 1360, para ejercer el control mundial del comercio del bacalao. Si quieres una vista panorámica inigualable de Bergen, toma el funicular que asciende (en 8 minutos) hasta la cima del monte Fløyen, y si el hambre aprieta, en el bullicioso mercado Fisketorget (muy cerca del Bryggen) podrás disfrutar de las delicias locales a base de pescado y marisco. Además, te entenderás a la perfección ya que la mayoría de los empleados del mercado son estudiantes españoles. Una advertencia: no olvides tu paraguas para caminar por Bergen; aquí llueve una media cercana a los 300 días al año….si escribes «paraguas» en Google, posiblemente te saldrá Bergen.
Norway in a nutshell (Noruega en una cáscara de nuez, o Resumen de Noruega) es uno de los circuitos más populares de Noruega, y Bergen es uno de sus puntos de partida. El recorrido incluye un crucero por el Aurlandsfjord, y el tramo entre Myrdal y Flåm está considerado como uno de los viajes en tren más espectaculares del mundo.
4.- ISLAS LOFOTEN
Lo tengo muy claro: Lofoten es mi rincón favorito de Noruega. Me da igual verano que invierno, aquí las tarjetas de memoria de mi cámara siempre acaban llenas. Las Lofoten son un grupo de unas 2.000 islas, aunque tan solo siete están habitadas todo el año. Están situadas unos 100 kilómetros por encima del Círculo Polar Ártico, entre los paralelos 67 y 68 latitud Norte. Dicho esto, que nadie se asuste: venir a las Lofoten, incluso en invierno, no implica tener que vestirnos como un esquimal. Gracias a la Corriente del Golfo, la temperatura suele superar unos 5 grados a latitudes similares como Groenlandia o Alaska. No es imprescindible recorrerlas en barco ya que las siete islas principales están perfectamente comunicadas por una moderna red de carreteras y puentes. Y donde no hay puente, hay túnel, alguno construido bajo el mar. Toda una experiencia atravesarlos.
La isla Moskenesøya, la última hacia el sur, presume de tener los escenarios naturales más espectaculares del archipiélago, así como varios de los pueblos de pescadores más bellos. Reine, con la figura majestuosa de la montaña Reinebringen a sus espaldas, ha sido declarado en numerosas ocasiones no sólo como el pueblo más bello de Lofoten, sino de toda Noruega. Siguiendo la carretera E-10, la que cruza todas las islas, en las cercanías de Reine encontramos dos pueblos pescadores que no le van a la zaga en belleza: Hamnøy y Å, donde finaliza la E-10.
5.- AURORAS BOREALES
Todos los turistas que vienen a Noruega en otoño o invierno lo desean con fervor: ver, al menos, una Aurora Boreal, el mayor espectáculo que nos brinda el cielo ártico. Este fenómeno natural, característico de las regiones polares, se produce cuando millones de partículas solares, con una fuerte carga eléctrica, entran en contacto con las capas superiores de la atmósfera. Las opciones de poder ver una aurora boreal comienzan una vez sobrepasamos el Círculo Polar (66º 33’ de latitud norte) propiciando su aparición la intensidad del frío y, por supuesto, que el cielo esté despejado. En verano resulta imposible verlas, debido al sol de medianoche. Ver una aurora boreal es una experiencia única e inolvidable, que en algunos casos roza el misticismo. Dicen que, en las noches más frías de invierno, incluso se las puede oír en forma de un curioso crepitar. Quizás, este sea el motivo por el que los sami, el pueblo indígena de Laponia, las llamen Guovssahas, que significa “la luz que puede oírse”. Verdaderamente, suena a algo muy mágico.
6.- HURTIGRUTEN
Rompamos los esquemas: el Hurtigruten no es un crucero típico. Es más, está muy alejado de los cánones cruceristas «made in USA». Que nadie espere encontrar inmensas lámparas, ni discotecas, fastuosos casinos o pulseras “todo incluido”. Entonces, ¿qué se puede hacer en un Hurtigruten? Sencillamente, disfrutar del trayecto y dejarnos embelesar por algunos de los escenarios marítimos más bellos del planeta. Gracias a la navegación de cabotaje todo queda cerca de nuestros ojos y las tarjetas de memoria de las cámaras se llenan con inusitada facilidad. La singladura se realiza por aguas tranquilas, al abrigo de infinidad de islas o las paredes de profundos fiordos; no hay apenas sobresaltos, salvo alguna sorpresa que nos puede aguardar al enfrentarnos al bravucón mar de Barents. Los camarotes son sencillos, suficientemente amplios y muy cómodos; en los restaurantes se come bien, con un ambiente distendido y falto de protocolo en la vestimenta. Cada vez que el barco llega a un puerto, los pasajeros tienen la opción de desembarcar durante unas horas, ya sea para realizar alguna actividad (motos de nieve, trineos de perros huskys…) o, simplemente, disfrutar con un paseo por ciudades tan bellas como Bergen, Ålesund, Trondheim o Tromso.
Uno de los momentos más singulares (y divertidos) de la ruta coincide con el paso del Círculo Polar Ártico (66º 33’ latitud norte), que se anuncia con un estruendoso toque de sirena. En ese momento, el capitán reúne a todos los pasajeros en cubierta, acompañado por un curioso Neptuno, y da comienzo la ceremonia del Bautizo Ártico. Para obtener el diploma que lo acredita, tan «solo» tendrás que soportar que te echen por encima un cazo de agua con cubos de hielo. ¿Te atreves?
7.- CABO NORTE
Los enamorados de los lugares con mística tienen una cita ineludible con el Cabo Norte, un acantilado que se eleva 307 metros sobre el mar de Barents, al oeste de la provincia de Finmark. Pese a ostentar el título de lugar más al norte de todo el continente europeo, hay que ser rigurosos y decir la verdad: este acantilado está en la isla Magerøya, por lo que no se puede considerar territorio continental; además, en la misma isla, se encuentra otro cabo, el Knivskjellodden, situado un kilómetro y medio más al norte. Para ser exactos, el punto más septentrional de Europa continental es el Cabo Nordkinn. Dicho lo dicho, y sin necesidad de ponernos pejigueros, Cabo Norte es un lugar que sobrecoge y nos hace sentir especiales, donde se palpa toda la magia del Norte y que se ha convertido, más que en un destino, en una meta. Uno de esos lugares especiales y únicos que guardaremos en la memoria para siempre y de los que uno puede presumir al decir: yo estuve allí.
8.- ÅLESUND
Lo reconozco, no sabía ni una palabra sobre Ålesund y, de repente, se convirtió en mi ciudad favorita de Noruega, un amor a primera vista. Está edificada sobre siete islas y tiene auténtica alma de «ave fénix»: la noche del 23 de enero de 1904, la ciudad sufrió un devastador incendio que la arrasó casi por completo, dejando sin hogar a más de 10.000 personas. En tan solo tres años, la ciudad volvió a ser reconstruida, bajo el auspicio del emperador Guillermo II de Alemania, quien puso como única condición que todos los nuevos edificios se construyeran (para evitar nuevos desastres) en piedra o ladrillo, y siguiendo las pautas estilistas del Jugendstil (lo que aquí conocemos como Modernismo o Art Nouveau), la corriente arquitectónica que hacía furor en esa época.
Si el tiempo lo permite, es un auténtico placer contemplar Ålesund desde el agua, recorriendo los canales que rodean las siete islas sobre un kayak. Y si quiere contemplar la ciudad a «vista de pájaro», sube hasta el mirador del monte Aksla. Podrás hacerlo en coche o autobús, pero si te ves con fuerza intenta el reto de alcanzar la cima después de superar sus 418 escalones.
9.- CARRETERAS PANORÁMICAS
En Noruega lo tienen muy claro, lo importante no es dónde llegar, sino la forma en la que lo hacemos. Cruceros y fiordos aparte, existe otra forma, sin ataduras de horarios ni visitas programadas, para descubrir toda la esencia de este paraíso nórdico e internarnos en su sublime naturaleza: alquilar un coche y recorrer, a nuestro aire, las Rutas Turísticas Nacionales. Más que carreteras, son una fantástica mezcla entre paisaje y diseño en las que, el simple hecho de transitarlas se convierte en toda una experiencia. Carreteras, que parecen concebidas para aquellos que huyen de las prisas y gustan tomarse el tiempo necesario cuando deciden viajar; aquellos que siempre tienen en cuenta que el Camino, con mayúsculas, es el auténtico destino.
El proyecto de las Rutas Turísticas Nacionales, se inició a finales de la década de los ’90. De forma pausada, durante veinte años, se fueron construyendo los 18 tramos que hoy podemos recorrer (unos 1.850 kilómetros) con un denominador común: proteger un entorno único en el mundo a la vez que se promociona el turismo. Valga como ejemplo la Trollstigen (literalmente “la escalera de los trolls”), una de las carreteras más espectaculares y emblemáticas del mundo (y la tercera atracción turística más visitada de Noruega), con sus 18 curvas y una pendiente media que supera el 9%. Una advertencia: si queréis recorrerla, esta carretera solo es transitable desde mediados de mayo hasta finales de noviembre; durante el resto del año, debido a las adversas condiciones climatológicas de la zona, permanece cerrada.
Más información sobre las 18 rutas: nasjonaleturistveger.no/en/routes
10.- ISLA DE SENJA
Si no dispones del tiempo necesario para poder descubrir las nueve propuestas anteriores, la isla de Senja se presenta como un perfecto escaparate, a pequeña escala, de toda la diversidad paisajística de este increíble país nórdico, una auténtica «Noruega en miniatura». Sin la fama (ganada a pulso) de sus vecinas Lofoten, la isla de Senja es todo un regalo para viajeros que intentan descubrir lugares sin masificar; un tesoro escondido en una naturaleza que gobierna con mayoría absoluta, dotada de los paisajes más impactantes del planeta: profundos fiordos protegidos por escarpadas montañas, playas de arenas tan blancas y aguas turquesas que podrían confundirse con el Caribe, inmensos bosques de abedules y pequeñas poblaciones de pescadores que viven en los rorbu, las típicas cabañas de madera pintadas de rojo intenso decoradas con cortinas de encaje en las ventanas.
La mejor manera para descubrir todos los encantos de Senja es recorrer la Ruta Turística Nacional (siguiendo las carreteras 86/862) que comunica los puertos para ferries de Gryllefjord y Botnhamn, un fantástico recorrido de 102 kilómetros, siempre con la presencia del mar, que conviene realizar sin prisas, con el mismo ritmo pausado que caracteriza la vida cotidiana de los apenas 9.000 habitantes de Senja. Dos paradas imperdibles, el mirador colgante Bergsbotn y el mirador Tungeneset, este último con una espectacular vista del mar con el monte Okshorna al fondo y sus picos en forma de sierra conocidos como los “Dientes del Diablo”, que bien podrían ser un escenario para Juego de Tronos.
Más información sobre Noruega: visitnorway.es
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