Sin luz, gas ni agua corriente. La Wifi, ni está ni se la espera. ¿Intentar llegar en tu coche? Mejor ni te lo plantees. No estoy hablando del fin del mundo, aunque pudiera parecerlo. Cabo Polonio está situado en el departamento de Rocha, al noroeste de Uruguay, a dos pasos de Brasil y a 260 kilómetros de Montevideo, y es, sin duda alguna, uno de los últimos reductos para hippies sesenteros, mochileros y artistas bohemios que queda en América Latina. Su nombre, que nadie se asuste, nada tiene que ver con el metaloide radiactivo; simplemente le fue dado en honor a Joseph Polloni, marinero hispano y capitán de un barco que naufragó en estas turbulentas aguas en enero de 1753. La forma más fácil de llegar a Cabo Polonio es hacerlo en un camión comunitario, tipo safari, con la cubierta habilitada para 24 pasajeros. Son los únicos vehículos autorizados por la dirección del Parque Nacional; la terminal está situada en el Km. 264,5 de la ruta 10 de Uruguay, la llamada «Puerta del Polonio». Otras formas de acceder son recorrer a pie o a caballo 7 duros kilómetros sembrados de dunas y vegetación.
Cabo Polonio nunca ha sido un lugar amable para asentamientos humanos, pero sí era, y sigue siendo, una de las mayores reservas de lobos marinos del mundo. Ahora estos mamíferos están protegidos, pero a mediados del siglo pasado su vida no era tan cómoda: la caza masiva estaba permitida y era fuente de pingües beneficios para los rochenses, gracias a la venta de su aceite para productos cosméticos. Con los años, el negocio fue muriendo; algunas familias optaron por quedarse aquí, reconvertidos en pescadores o artesanos. Otros, los más avispados, vieron el filón del turismo y abrieron los primeros hostales. Ahora, la construcción de viviendas está prohibida, aunque es relativamente habitual que, de la noche a la mañana, florezcan ,como por arte de magia, nuevas construcciones clandestinas. Llegados a este punto, muchos os preguntaréis cuál puede ser el atractivo turístico de Cabo Polonio. La respuesta es fácil y evidente: el Tiempo, aquí, se ha tomado un respiro, no corre frenético al ritmo de internet. Mitad balneario, mitad comuna, Polonio pasa del paso del tiempo y no admite ordenes. Todo está dispuesto para conectarse con la naturaleza, sin contaminación ni ruidos. Las noches son, simplemente, mágicas; uno de los mejores lugares para contemplar un cielo cuajado de estrellas.
Cada 12 segundos
A pesar de que Cabo Polonio fuera tachado de lugar maldito para la navegación (cuentan que las brújulas se volvían locas), aquí no hubo faro hasta 1881. Pedro Grupillo, el primer farero, tenía la ardua tarea de subir, cada tres horas, los 132 escalones de la torre para alimentar la llama que, a modo de haz luminoso, advertía a los barcos de los peligros de la costa. “12 segundos de oscuridad” (justo el lapso de tiempo entre destello y destello) es una canción compuesta por Jorge Drexler, homenaje a Cabo Polonio, y en su letra nos dice: “Un faro quieto no sería guía, mientras no deje de girar. No es la luz lo que importa de verdad, son los 12 segundos de oscuridad.” La canción se puede escuchar en el Centro de Interpretación del Parque, instalado en la terminal de camiones de Valizas. Desde 1976, el faro forma parte de la lista de Monumentos Históricos Nacionales de Uruguay.