Los que piensen que los desiertos son lugares aburridos, sin ningún atractivo, están muy equivocados. Lo más probable es que nunca hayan tenido la fortuna de estar en uno de ellos. Atacama, considerado como el desierto más árido del mundo, es uno de esos grandes espacios vacuos de la geografía que ejercen un magnetismo irresistible sobre los grandes viajeros. Un rincón del planeta donde todavía sigue siendo posible descubrir lo que antiguamente venía a denominarse “terra incognita”, los auténticos santuarios de lo desconocido.
Sobrevolamos territorio chileno con rumbo hacia el pequeño aeropuerto de Calama, una localidad minera situada cerca de las fronteras de Perú y Bolivia. Aquí fue donde, a principios del siglo XX, los hermanos Guggenheim forjaron su enorme fortuna gracias a la extracción del cobre en la mina Chuquicamata. Desde Calama, ya por carretera, tomamos rumbo hacia San Pedro de Atacama. Es un pintoresco pueblecito, entre bohemio y destartalado, con apenas un puñado de calles sin asfaltar y casitas de adobe. Sus moradores, apenas 5.000 almas, han visto florecer su economía gracias a los miles de viajeros que, cada año, llegan hasta aquí atraídos por el embrujo del desierto. A cada paso encontramos establecimientos que ofrecen todo tipo de actividades y recorridos a pie, bici, caballos o en vehículos todo-terreno por lugares con nombres tan rotundos como la «Garganta del Diablo» o el «Valle de la Muerte». Poca imaginación se necesita para intuir lo que nos aguarda. Conviene ser precavidos y hacer caso de las recomendaciones a la hora de configurar el orden de estas actividades, sobre todo para ir habituando nuestro organismo a los importantes cambios de presión atmosférica a los que nos veremos sometidos. Que nadie olvide que San Pedro está situado “tan solo” a 2.450 metros de altitud y que algunos parajes pueden rondar los 5.000
Atacama tiene un cielo limpio y despejado casi todo el año. Es prácticamente imposible ver una nube; quizás algún cirro alto por las tardes, o las fotogénicas formaciones lenticulares, a modo de boina sobre las cumbres. Las otras nubes, las que vienen cargadas de lluvia, casi nunca llegan por estos lares. Los motivos de semejante aridez son, por un lado la corriente marina de Humboldt -procedente de la Antártida, que enfría la temperatura del agua y dificulta su evaporación- y por otro la cordillera andina, que bloquea el avance de las nubes que deberían llegar desde el mar o la selva amazónica. El resultado es que aquí solo llueve, y de forma ocasional, cada diez años y, en consecuencia, tenemos el Desierto más desierto del mundo. Como dato revelador, os diré que la NASA, mientras realizaba pruebas para sus vehículos destinados a Marte, descubrió que en un punto concreto de la cordillera de Domeyko no había caído una gota de agua desde hace unos 250 años…como para poner una plantación de almendros!