Hay muy pocos lugares en el mundo que consigan despertar nuestro espíritu aventurero con la misma intensidad que lo hace Kenia. Si bien es cierto que Masai Mara, Samburu, Tsavo o Amboseli, son lugares marcados en rojo en las rutas de todo viajero, ningún safari (viaje, en lengua masai) se puede calificar de completo si no se descubren los impresionantes lagos del Valle del Rift. De entrada, sería de justicia proponer una nueva palabra para nombrar esta gigantesca grieta tectónica (casi 5.000 km de extensión), ya que llamar valle al Rift es como decir montaña al Everest. Un poquito de distinción, por favor. Desde tierra es prácticamente imposible apreciar la magnitud de su tamaño; la mejor manera es sobrevolándolo en un globo aerostático. Para aquellos que no tengan la oportunidad de hacerlo,existen algunos puntos estratégicos donde observar la grandiosidad de esta colosal obra natural. Una de esas atalayas se encuentra en la carretera que nos conduce desde Nairobi al lago Naivasha, al norte de Limuru, muy fácil de reconocer ya que el lugar está plagado de tenderetes con vendedores de artesanía local. La ascensión al Monte Longonot, reservada para los viajeros dispuestos a otro esfuerzo que no sea el de disparar fotos a todo bicho que se mueva (se tarda algo más de una hora en llegar a su cima y unas tres horas en rodearla por completo), es la mejor opción para contemplar el Valle. Una vez arriba, a casi 2.800 metros sobre el nivel del mar, el esfuerzo se ve claramente recompensado, no sólo con las maravillosas vistas, sino por el placer de poder recorrer los dos kilómetros de diámetro del cráter de este volcán extinto y admirar su frondoso bosque interior. Bajo la sombra del Longonot, Naivasha, el mayor de los lagos del Valle del Rift; sin duda, uno de los mejores enclaves para observar de cerca, siempre con mucha precaución, a los engañosamente pacíficos hipopótamos. Conviene no fiarse de ellos; pese a su imagen tranquila y bonachona, el hipopótamo es el animal que más seres humanos mata en el corazón de África. Un auténtico lobo con piel de cordero.
Sin casi perder de vista las orillas del Naivasha encontramos un lugar con nombre inquietante, Hell’s Gate (la Puerta del Infierno), el único Parque Nacional de Kenia que se puede recorrer a pie o en bicicleta. Sus praderas están bordeadas por formaciones rocosas que confieren al Parque un aspecto onírico, de una belleza inusitada, el escenario perfecto para el rodaje de “Tomb Raider II” con Angelina Jolie como protagonista. Es muy aconsejable completar la caminata señalizada como Garganta del Infierno; son unas dos horas de recorrido por un cañón espectacular con las paredes desgastadas por la erosión del agua. Conviene hacer acopio de agua, llevar protección solar y un buen sombrero; Hell’s Gate no se llama así por capricho y aquí el calor causa estragos. Durante el recorrido es posible encontrarse con algunas cebras, impalas o topis.
A poco más de cien kilómetros, siempre rumbo noroeste, nos aguarda Nakuru, el segundo Parque Nacional más visitado de Kenia, por su reducido tamaño que permite recorrerlo en una o dos jornadas y por ser uno de los pocos lugares donde poder ver juntos los Big Five: elefante, rinoceronte, búfalo, león y leopardo, los cinco trofeos más codiciados por los cazadores de la época colonial. Afortunadamente, los únicos disparos permitidos hoy en día son fotográficos; la caza está prohibida en Kenia desde 1977. Si hay una imagen iconográfica del lago Nakuru es la de sus orillas alfombradas por millón y medio de flamencos, la mitad de la población mundial de esta especie. La spirulina (un tipo de alga que se desarrolla gracias a la alcalinidad de estas aguas) es el alimento preferido por estas elegantes aves y lo que les otorga el inconfundible tono rosado de su plumaje. Efectivamente, estamos hablando del lago que Robert Redford y Meryl Streep sobrevuelan en avioneta, levantando a su paso una cortina de miles de flamencos, en la inolvidable escena de Memorias de África. Conviene informarse antes de visitarlo porque, según las fechas, el número de flamencos puede quedar muy reducido debido a sus fases migratorias.
Para los fieles incondicionales de la película dirigida por Sidney Pollack, visita obligada a M’bogani, la famosa «granja en África, al pie de las colinas de Ngong» , situada a pocos kilómetros de Nairobi, hogar de Karen Blixen desde 1917. La baronesa, había llegado a Kenia tres años antes, procedente de la fría Dinamarca. Desde el primer instante, se dio cuenta de que aquel era su lugar; cada mañana, nada más despertar, daba gracias por su inmensa suerte y se decía: «Estoy donde debo estar». En esta granja, Karen pasó los años más felices de su tortuosa vida en compañía (de vez en cuando) de su amado Denis Finch-Hatton; convivió y trabajó, codo con codo, con los kikuyu en su plantación de café, pionera por aquellas latitudes. A su regreso a Dinamarca, Karen escribió Memorias de África, la novela autobiográfica que le daría fama mundial, pese a haberla firmado bajo el seudónimo masculino de Isak Dinesen. Al igual que otros míticos aventureros de aquella época, Karen se sintió fascinada por África, no sólo por la inmensidad de sus paisajes y la fauna salvaje, sino por la calidad humana de sus gentes. Como ella misma contó poco antes de morir: “he mirado a los leones a los ojos; he dormido bajo la Cruz del Sur y he visto incendiarse la hierba en las grandes praderas. He sido amiga de somalíes, kikuyus y masais; he volado sobre las colinas de Ngong….nunca estaré lo suficientemente agradecida a Africa por lo mucho que ella me ha dado.”
Rusinga es una de las 2.500 islas bañadas por el inmenso lago Victoria. Es realmente complicado imaginar un lago de tamaña extensión (70.000 kilómetros cuadrados); sirve de ayuda saber que, si pudiera trasladarse, el Victoria anegaría por completo toda Irlanda. La vida en Rusinga es sencilla y apacible. Cada amanecer, decenas de mujeres se acercan a las orillas, entre risas y animadas charlas, con cubos y tinajas en la cabeza para recoger y preparar el pescado que los hombres sacan del lago por las noches. El mzungu (hombre blanco) no es demasiado habitual por aquí, y se le mira con asombro y cierto recelo.
John Hanning Speke, joven oficial del ejército británico, llegó a las orillas de este inmenso lago en 1858. Le puso por nombre Victoria, en honor a su reina, y lo presentó en sociedad como La fuente del río Nilo. Después vendría David Livingstone, para intentar confirmarlo, perdiéndose por tierras congoleñas, enfermando y siendo encontrado por Stanley con la archifamosa frase “Doctor Livingston, supongo”.
Rusinga Island Lodge es el único hotel en toda la isla Rusinga; un conjunto de preciosas cabañas, completamente equipadas y decoradas con gusto. Un maravilloso lugar para descansar y despedirnos de Kenia bebiendo una Tusker, la cerveza típica local, mientras disfrutamos el atardecer a orillas del lago Victoria.
Cuándo y cómo ir
De junio a septiembre y de noviembre a marzo son las mejores épocas para hacer un buen safari. La hierba está más corta y facilita ver animales. No hay vuelos directos entre España y Kenia; Qatar Airways (http://www.qatarairways.com/es) ofrece vuelos a Nairobi desde Madrid y Barcelona con escala en Doha.
Documentación y salud
Se necesita visado para entrar en Kenia. Se puede obtener en la Embajada de Kenia en España (C/Jorge Juan, 9 – Madrid) o en el aeropuerto de llegada.
No hay vacunas obligatorias para visitar Kenia. Se recomienda profilaxis contra la malaria si se viaja en época de lluvias.
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