Fotografía de retratos en viajes
Antes de empezar, conviene dejar claro que un retrato es la representación artística de una persona, especialmente de su cara y sus rasgos característicos, lo que nos permite su reconocimiento más evidente. Cuando viajamos, y queremos mostrar todo aquello que hemos «visto y sentido», cuando queremos contar la «historia de lo vivido», los retratos se convierten en parte fundamental de nuestro argumento. Pocas imágenes tienen el poder de transmitir tantas emociones como un buen retrato.
Nuestro equipo: ¿Qué objetivo utilizo?
Estoy seguro que esta es la cuestión que más nos ha atormentado a todos cuando decidimos que queríamos hacer retratos. Opiniones, las hay para todos los gustos. Empecemos con la distancia focal: los más «puristas» afirman que para un buen retrato de primer plano (donde la cara abarque prácticamente la totalidad del fotograma), los grandes objetivos «retrateros» son aquellos comprendidos entre los 85 y 135mm (formato full-frame) ya que aseguran unas proporciones armoniosas del rostro, sin las distorsiones propias de un angular. El Fujinon XF 56mm f1.2 y el XF 90mm f2 serían mi elección, si aceptamos este argumento. Ambos objetivos nos garantizan, además, otro factor de gran importancia en este tipo de fotografía: la separación del sujeto y el fondo. Con estas distancias focales, los fondos aparecerán difuminados, sin distraer nuestra atención y dando más énfasis al rostro. Ahora bien, ¿tenemos que limitarnos a mostrar exclusivamente el rostro? La respuesta es un claro y rotundo NO. Un cuerpo entero, también es un retrato: la vestimenta y el entorno aportan elementos que serán de gran ayuda a la hora de contar nuestras historias. Y aquí entran en juego otras distancias focales, donde el 35 y el 50mm se convierten en los auténticos «reyes del mambo».
Los objetivos Fujinon XF 35mm y 23mm (tanto en sus versiones f2 como f1.4) son mis objetivos «fetiche» cuando viajo; son compactos, ligeros y discretos (bueno, el 23mm f1.4 no tanto) y con una calidad óptica brutal. En el caso de los f2, además tienen el acabado WR que los hace resistentes a las inclemencias del tiempo. Por mi experiencia de tantos años viajando, entiendo que hay dos formas de hacer retratos, las dos perfectamente lícitas, con legiones de seguidores y detractores: una, en plan «cazador furtivo»(sustituyamos rifle y mira telescópica por tele objetivo), alejados del sujeto, sin invadir su «zona de confort». Es una solución perfecta para mantener la espontaneidad y no provocar gestos forzados. La otra, que es mi fórmula de trabajo habitual, usando objetivos «cortos» que obligan al acercamiento y provocan un contacto visual directo y sincero con la persona que voy a retratar: yo te veo, tú me ves; sin trampas ni engaños. Esto no quiere decir que no haya utilizado tele objetivos para hacer retratos, ni mucho menos. En muchas ocasiones, he visitado países en los que me he encontrado con gente poco receptiva para dejarse fotografiar, algunos incluso han reaccionado de forma «poco amistosa». Hay que entender que visitamos culturas diferentes, modos de vida y formas de pensar que nada tienen que ver con la nuestra, donde los «selfies» son algo tan extraño como una ración de jabugo. Tal es el caso de la foto inferior, realizada en Gambia, en un bullicioso mercado instalado en las calles de Farafenni, donde las mujeres no estaban demasiado por la labor de ser modelos por un día. La única solución fue montar el tele en mi cámara, buscar un lugar discreto y esperar momentos propicios.
Un buen consejo, si decides usar objetivos «cortos» para hacer retratos, es que, antes de pegar la cámara a tu ojo, te acerques con una sonrisa y entables una pequeña conversación, aunque sea a base de gestos si el idioma no lo permite. De esta forma, en la mayoría de los casos, suelo lograr algo que, para mí, resulta fundamental cuando intento conseguir un retrato que transmita sentimientos: la mirada a cámara.
¿Se puede hacer un retrato con gran angular? ¿Y por qué no? Siempre y cuando seamos muy meticulosos con la composición (hay que evitar elementos que distraigan la atención) y sin forzar el ángulo de la toma para no distorsionar en exceso al sujeto, con un gran angular puedes conseguir resultados sorprendentes y originales, con mucha más carga de información del entorno. En la foto siguiente, me encontré con un grupo de monjes budistas visitando los Templos de Angkor (Camboya). Son personas reservadas, amables y discretas, pero siempre dispuestos a entablar una conversación. Después de una breve charla (en la que parecíamos empeñados en demostrar quién tenía el peor nivel de inglés), decidí fotografiarlos usando el XF 14mm f2,8 (un 21mm en formato completo), precisamente para poder contar, en la misma toma, a quién y dónde la había hecho.
¿Focal fija o zoom? He probado ambas opciones y siempre acabo decantándome por las focales fijas. Admito que las focales variables (popularmente llamados zoom) aportan un plus de comodidad al poder corregir el encuadre sin movernos (con un simple giro del anillo de distancia focal) o sin tener que cambiar de objetivo. Pero hay que tener en cuenta que son objetivos grandes y muy pesados, que pueden llegar a intimidar y no ayudan en nada a pasar desapercibidos cuando la situación lo requiere. Además, estamos hablando de fotografía de retratos en viajes, donde aligerar el peso de nuestra mochila es una cuestión a tener muy en cuenta. Créeme, con una focal fija, y un poco de práctica, te será muy fácil automatizar dónde tienes que situarte para lograr el encuadre deseado. Si pese a lo dicho, decides usar un zoom, mi consejo es que pruebes una verdadera «bestia parda», el Fujinon XF 50-140mm f2,8 . Seguro que no te defrauda.
Desde siempre, el retrato ha sido una modalidad donde el Blanco y Negro ha sido gran protagonista. Es evidente que algo nos llama más la atención cuanto menos acostumbrados estemos a verlo…y vemos en color. También conviene recordar que los orígenes de la fotografía fueron en ByN, y por una absurda asociación de ideas se ha valorado como «más profesional» una foto en ByN que en color. Todos tenemos en mente las potentes imágenes de Cartier-Bresson, Robert Capa o Doisneau, hechas en Blanco y Negro ¿quién no ha querido imitarlas alguna vez? En mi caso, cuando me toca editar las fotos de mis viajes, y tengo que decidir si un retrato tendrá color o tonos grises, siempre acabo en el mismo punto: incapaz de decidir.